El garbanzo, una legumbre de larga historia y convivencia con las tierras y pueblos del Mediterráneo, está bien arraigada en Castrillo de los Polvazares.
Estos días de mediados del mes de julio las plantas que crecen en numerosas fincas de los terrenos arcillosos leoneses, muestran sus diminutas flores blancas que conviven junto a las primeras vainas en las que ya crece el fruto. A finales del próximo mes de agosto llegará el final del ciclo de una legumbre a la que los primeros farmacógrafos griegos le atribuyeron una triple acción «tónica, curativa y afrodisíaca».